lunes, 13 de mayo de 2013

Mi vida en Quindío

Me llamo Dayana Restrepo y tengo 15 años. Mi familia y yo vivimos en una pequeña aldea, Pueblo Tapao, de la región andina del Quindío.

El Quindío está situado en la parte oeste-central de Colombia, mi país, y forma parte del eje cafetero y de lo que llamamos la región paisa, es decir, tradicionalmente campesina. A pesar de ser una zona cafetera, el Quindío no es una región económicamente desarrollada, por lo que muchos de nuestros niños reciben ayuda a través del programa de Hogares Comunitarios. 

Yo pertenezco a una familia humilde. Mis padres y mi abuela trabajan como peones agrícolas en los terrenos cafetales de un latifundista. Aunque no faltan los frijoles o las arepas de maíz a la hora del almuerzo, no se puede decir que tengamos suficiente plata para vivir. La vida de los trabajadores agrícolas es dura: se levantan muy pronto, a las 5.30 de la mañana y, para las 6, les recoge la camioneta para llevarlos a la recogida de las bayas. Las plantas de café son unos arbustos no muy altos y sus frutos se recogen a mano cuando están maduros, es decir, cuando tienen color rojo.Lo habitual es portar un capacho de goma atado a la cintura para ir depositando las bayas. Cuando el capacho está lleno, se lleva a la linde del camino y su contenido se arroja sobre una pickup. Así se trabaja durante la jornada de 9 horas, con un descanso para tomar unas arepas bajo la sombra de un árbol. Mis padres dicen que durante la jornada calculan que caminan 16 ó 18 km diarios, subiendo y bajando las laderas del cafetal en busca de los frutos maduros.                                                          
En esta foto se ven las manos de mi papá sosteniendo el capacho. El paisaje de los cafetales es muy hermoso, pero el calor, la humedad y el cansancio de estar trabajando de pie impide que se pueda disfrutar de este panorama. Mis padres dicen que les gustaría que yo pueda trabajar en algo diferente cuando sea más mayor, porque consideran que es un trabajo duro y mal pagado.

Soy la hija mayor de la familia Restrepo, mis papás tuvieron otros 4 hijos (tres chavos y una chava, de 13, 10, 5 y 8 años, respectivamente) después de nacer yo, así que yo me ocupo de llevarlos y recogerlos de la escuela. Cuando les dejo allá con la maestra, vuelvo a casa y me encargo de limpiar, hacer la colada y preparar el almuerzo mientras mis padres faenan en el campo. Las tareas domésticas más pesadas las suelen hacer mi madre Seyla y mi abuela Rosalyn. Yo dejé la escuela hace dos año, cuando me puse en la venta ambulante para llevar dinero a casa. Preparo arepas de maíz y las vendo en la estación de camiones, de donde salen los viajeros para Caldas y Tolima.

Todos vivimos juntos en la misma casa. No es muy grande para ocho personas, pero al menos tenemos techo de ladrillo en vez de uralita como otras casas del pueblo. Hay luz eléctrica, pero no agua corriente, que vamos a buscar a un pozo cercano y almacenamos en una cisterna. Recién hemos encalado los muros de la casa en blanco y azul, con la ayuda de nuestros vecinos. Ese día mi abuela Rosalyn preparó unas empanadas de carne mechada muy ricas para compartir con los que nos habían ayudado. Esta es una cosa hermosa de mi pueblo, que todos somos igual de pobres y no andamos con pendejadas, nos echamos una mano los unos a los otros.

En la casa no tenemos muchas comodidades, pero como se puede ver en la foto disponemos de ganchos para poder colgar las hamacas, lo que nos permite dormir al aire libre cuando el calor aprieta. El único problema son los mosquitos, que en esta zona son muy numerosos y gustan de picar, sobre todo a los más pequeños, como mis hermanos y yo.

Somos una una familia unida y, como dice mi abuela, bendecida por el amor de Jesucristo Nuestro Señor.

Hoy he abierto este blog gracias al apoyo de la maestra y el Padre Cruz, nuestro párroco, a quien le han regalado un generador eléctrico. Dice la maestra que me va a servir para combatir mi tristeza cuando esté en España. Pero eso es una historia que contaré otro día...